El
bolero como género musical forma parte de la esencia cultural del
latinoamericano debido a la integración de elementos estéticos que lo conforma.
(Delfín
Martell) En su génesis la célula rítmica es de carácter ternaria (origen
español) con una profunda tendencia a la danza.
El investigador Esteban Pichardo
reseña en su diccionario que en el año 1836, en
Cuba, había un baile popular llamado boleras,
muy distinto al bolero español, y que en 1840 se observa la transición de éste al compás 2x4. En 1860 desaparece la
seguidilla o esquema de carácter hispano que lo vinculaba. Para los años de
1870 se fusiona al estilo y fraseo característico de la música cubana. Pero es desde 1890 y hasta hoy que es cotidiano encontrar boleristas en
la isla y, especialmente, en la provincia oriental cubana. Pero sentir y ver cómo
el natural proceso cíclico y de evolución en el arte sonoro lo llevó al
enriquecimiento del género a través del jazz. Todo proceso cultural es cíclico
y el bolero no se escapa de este.
El género se consolida cuando Cuba alcanza su
condición de república en el año de 1902. Este muta en más de
10 modalidades. Un proceso producto de
la creatividad de grandes arreglistas que, en búsqueda de atmosferas sonoras,
en función del texto, los lleva al bolero ranchero, bolero rock, Bolero-chá,
bolero-mambo y las tendencias que se desprenden a partir del jazz como el
bolero-son, bolero-jazz, bolero-feeling y otras fusiones en las que el concepto
de embellecimiento está conectado con el “encuentro intimo interpretativo” del artista. Mención aparte
merece el aporte de la radio a su consolidación y popularidad. A Norteamérica llega más tarde al gusto de
los oyentes, que prefiere la música caribeña bailable. El bolero caribeño es
más canción que baile.
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