El arte sonoro es un peregrino constante del quehacer artístico. El jazz, su influencia y la repercusión en la estética musical definitivamente marcan la diferencia en el hermoso camino peregrino en la difusión del arte sonoro latino...
(Delfín Martell) La década de los años 40
representó para el jazz y el arte sonoro en general un periodo importante no
solo de modernización, sino también la visión compartida en los que “todos los latinos” aportamos lo mejor de nuestra
genética.
El maestro Dizzi Gillespie, junto a Charlie
Parker; considerados, padres del be-bop, inician una nueva ruta dentro de
género. En mi humilde opinión el universo del lenguaje
musical (armonía- contrapunto) define que la verdad total no está en una
grabación, solo muestra un momento de virtuosismo y presencia física de un
actor sonoro, modelo que expresa en el tiempo un banco de datos impreso o en
acetato que determinan el transito
venidero de otros músicos más jóvenes que finalmente superan técnicamente lo
grabado.
También en esta década debemos dar crédito al
aporte del hombre latino y paso obligado de este en el jazz: Machito y sus
Afrocubanos abren un espacio social importante hacia 1941. Mario Bouza (una vez
separado de la banda Cab Calloway) asume la dirección de la orquesta de Machito,
colocando la primera piedra del jazz latino (matrimonio de armonía y giros)
dentro del jazz de vanguardia.
En otro orden de ideas, pero conectados al tema. El maestro Léo Janácek afirmaba y cito: "todo arte
saldrá de una fuente folclórica común en la cual todos nos reuniremos a través
de los trabajos creados por la experiencia compartida de la canción tradicional".
Es y sigue siendo la esencia -en mi opinión- del compositor del siglo XXI como fuente poderosa de conexión e inspiración para la creación.
El
siglo XX muestro que el jazz, el latín Jazz, la salsa, la bossa nova, la onda nueva
y el tango de la nueva guardia se nutren de las costumbres.
Un ejemplo interesante de este fenómeno social lo representó el maestro
Aldemaro Romero... Romero llega a EEUU en los años 50 junto al maravilloso tenor venezolano Alfredo Sánchez Luna (Sadel). Aldemaro a través de su trabajo musical y
como buen pianista de jazz y arreglista, además de su aporte a la transición de la música popular, antes y después de
los Beatles con su Onda Nueva y en perfecta trilogía con Antonio Jobin
(Brasil) Bosa Nova y en Argentina Astor
Piazzolla con su tango de la nueva
guardia, los años 60-70 hubieran pasado sin pena ni gloria, musicalmente para
nuestro país y el resto de Suramérica.
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